miércoles, 3 de febrero de 2016

MENOS ES MÁS



La crisis económica es una realidad que ha explicitado,  no sólo la pobreza económica de muchos, incluso de ciertas clases medias que jamás sospecharon que les afectaría, sino también la pobreza moral e intelectual que anida en nosotros. Pero también ha puesto de manifiesto la solidaridad de las familias, de la Iglesia, de algunas ONG etc.  Cuando falla el Estado de Bienestar, el Mercado y otros mitos, queda aún la respuesta generosa de lo mejor de la condición humana.

Vivimos una época pródiga en recursos: las zonas comerciales, la oferta de miles de productos a precios ridículos, cuyo coste humano preferimos desconocer, los excesos alimenticios, las modas efímeras, la obsolescencia programada de los instrumentos… todo lleva a un vértigo incesante del consumismo. Las campañas publicitarias, la frivolidad del pensamiento, la debilidad de la voluntad y el individualismo feroz se ha instalado en muchos de nuestros comportamientos y hábitos de consumo a la vez que son muchos los que pasan necesidad.



            Alguien señaló con acierto que “gastamos el dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos, para impresionar a gente que, en el fondo, no queremos.”

Urge por tanto una reflexión sobre las causas morales y económicas del consumismo desenfrenado que explica algunos de los males que aquejan nuestra sociedad. Está claro que por respeto a nosotros mismos, a los demás y a un mundo limitado en recursos, no todo lo que legalmente consumimos es ético.


            Mediante esta actividad queremos,  en primer lugar, informar sobre la economía actual basada en el consumismo, lo razonable y los excesos,  lo justo y lo injusto, y más allá de ello, lo que es moral en un mundo solidario donde los recursos son escasos y su reparto con frecuencia injusto.

Queremos, en segundo lugar analizar,  qué grado de responsabilidad tenemos en estos desequilibrios: pensamos en lo global, pero queremos actuar en lo local y personal. Fiel a una de nuestros compromisos estamos convencidos de que otro mundo mejor es posible si cada uno de nosotros se esfuerza por  conseguirlo.  Como en el viejo adagio: “Si cada chino barre su puerta, la calle estará limpia”.